Definitivamente, desde este primero de enero, los vuelos internacionales que empiecen o terminen en Holanda tienen un nuevo impuesto ambiental. Cada pasajero deberá pagar casi ocho euros. Cada año, según la tasa de inflación, el precio de este impuesto irá variando
Este impuesto, podría pensar usted, pone en peligro el gran ‘hub’ de la aviación que es Schipol, el aeropuerto de Ámsterdan. Hay que recordar que desde hace ya décadas, Holanda ha venido creando una red de vuelos de corto radio desde decenas de aeropuertos europeos hasta Schipol para enlazarlos allí con los vuelos de largo recorrido de KLM al resto del mundo.
Pues no. Los viajeros que parten de un aeropuerto, aterrizan en Schipol y desde allí vuelven a volar a otro aeropuerto para completar su viaje no están afectados por este impuesto. Hay que ser ambientalista, pero sin pasarse, no sea cosa que se pierda el papel clave de Schipol en el mundo.
Ryanair ha sido muy crítica con este impuesto porque sólo grava a los viajeros que van y vienen desde Holanda al resto del mundo. Ryanair tiene una base en Eindhoven, que opera vuelos punto a punto, todos ellos afectados por esta tasa.
Al mismo tiempo, se introduce una segunda tasa en las emisiones de dióxido de carbono, que complementan –amplían, en realidad– el impuesto sobre el mismo concepto que aplica la Unión Europea. Este segundo impuesto, que no afecta a las aerolíneas sino a la contaminación industrial, irá aumentando progresivamente hasta 2030.
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